La culpa no es de quien juega mal, a veces la culpa es de quien propone un juego y no explica bien las reglas, pero espera que los demás las sigan.
Imagina este escenario.
Hay dos personas, cada una está parada frente a una orilla opuesta de un estanque. Ambas notan que el agua huele mal, pero durante días ninguna toma acción.
Una de ellas dice: parece que al estanque le hace falta una limpieza, he estado observando con la intención de limpiar mi parte y te voy a contar lo que veo de mi lado. Sólo puedo mirar y limpiar mi lado, porque no alcanzo a ver bien y, mucho menos, a limpiar el tuyo. ¿Quieres que te cuente lo que veo desde aquí?
–De acuerdo –contesta la otra persona y se dispone a escuchar.
–En el fondo de mi parte del estanque veo una cama de piedras de muchos colores -imagino que de tu lado es igual- está pasando un cardumen de peces pequeñitos, algunos renacuajos y hay varias hojas secas en la superficie. Parece que las hojas han empezado a pudrirse y es tiempo de sacarlas. Quizás eso aclare el agua.
Entonces, la segunda persona se enfoca en lo que ha escuchado y contesta: entiendo que en tu lado hay hojas y que se están pudriendo, ahora todo hace sentido, quiero decirte que el mal olor de las hojas que mencionas llega hasta mi lado y es muy molesto.
–Entiendo– contesta la persona que está observando y empieza a limpiar cuando, de pronto, nota el cadáver de un pájaro en el fondo agua y le dice a la otra persona:
–¡Ufff! acabo de encontrar un pájaro muerto, quizás sea esto lo que causa un olor tan terrible, voy a sacarlo y enterrarlo, voy a esperar a que la tierra, la lluvia y el viento hagan su tarea y todo se recicle y se vuelva uno; voy a esperar también hasta que el agua vuelva a esclarecerse.
La persona que escucha contesta: –Ese pájaro en verdad apesta. Parece que tu mitad del estanque está muy sucia. Más te vale que te apresures a limpiarlo, porque lo que está de tu lado no es mi responsabilidad; de hecho es muy molesto todo lo que me dices que encuentras ahí a veces…
–Lo lamento y voy a hacerme cargo; contesta la primera persona ya llevándose el pajarito muerto; mientras se adentra en sus terrenos con el corazón medio roto, para encontrar que días después el estanque sigue maloliente.
¿Qué pasó? ¿Por qué no se ha aclarado el agua?
Y te pregunto a ti que me lees ¿notas el desequilibrio en la dinámica?
La primera persona se está dando a la tarea, no sólo de estudiar cautelosamente, sino también de limpiar su lado del estanque; podría bien hacerlo sin comentárselo a nadie, pero elige compartir acerca de su experiencia con la persona que está en el otro extremo. La segunda persona escucha y responde, pero en ningún momento se le ocurre mirar con atención su lado; mucho menos limpiarlo.
¿Sabes? Las relaciones son territorios comunes, emocionales y acuosos; cuyos límites podrían, pero no siempre pueden ser completamente definidos. Especialmente para quien irreversiblemente se ha dado cuenta de que en verdad, somos uno. Cuando hay basura en un lado, suele correrse también al otro. Llega un punto en que no tiene mucho sentido indagar donde empezó el «problema» y lo pongo entre comillas porque siempre estamos tratando de resolver EL problema, pero todo espacio que habitemos requiere que lo procuremos y lo pongamos prolijo cada tanto.
El tema es que a veces, un miembro de la relación tiene mayor capacidad, o simplemente disposición, no sólo para observarse, sino también para exponer con honestidad lo que encuentra. Si corre con suerte, habrá reciprocidad, pero no sabes la cantidad de veces que he elegido exponer un aspecto vulnerable o irresuelto, cuantas veces he sacado el cadáver del pájaro de mi lado para recibir como respuesta una crítica por ello y la carga total de la responsabilidad por lo que contamina un espacio común.
Repito, la culpa es del que no entiende o no explica que la regla para que una relación funcione es la reciprocidad. Especialmente en términos de la vulnerabilidad y la sinceridad que se ofrece.
Estoy mal acostumbrada. La gran mayoría de las veces, cuando le expongo a Geoffrey un aspecto vulnerable de mi experiencia -y especialmente si me estoy haciendo completamente responsable por el mal olor y el impacto que causan mis muertitos, el responde con empatía y reciprocidad, sin juicio; entonces, tiendo a esperar lo mismo en otros lugares en que no tiene porque ser así. Debo aclarar que ambos tenemos algo de entrenamiento en comunicación no-violenta y aunque eso no significa que jamás nos enredemos con los asuntos de nuestro estanque; mi punto es que compartimos habilidades y códigos de comunicación; incluso un acuerdo de intentar ser compasivos.
Así que a veces me enfrento a otras personas y se me olvida que la tendencia general de la mente humana, sigue siendo señalar el cadáver y por eso todos vivimos sacándolos a escondidas; sino es que los dejamos ahí tirados para que nadie se de cuenta de que están de nuestro lado.
Hace unos días le hice una llamada telefónica a una amiga con la que comparto un estanque que está algo turbio desde hace unas semanas, ante la imposibilidad de encontrarnos personalmente y con la intención de crear conexión entre nosotras, decidí contarle que estuve haciendo mi trabajo de limpieza interna; y que encontré algunos cacharros viejos en mi lado del estanque. Le dije que había estado proyectando heridas de conflictos con con amistades del pasado en nuestra relación, sin darme cuenta de que ello me hacía desconfiar injustificadamente de ella.
Quizás no fui suficientemente explícita, pero el sólo mencionarlo para mi significaba tomar la responsabilidad completa de mi lado. A cambio recibí esta respuesta:
–Lo que me estás diciendo es que has venido actuando como una novia psicópata que se imagina cosas y persigue a la otra persona sin que tenga la culpa de nada.
–Así mismo– asentí –en ese afán suicida que tengo de hacerme completamente responsable de mi propia oscuridad. Pero me faltó completar la frase: –la diferencia– debí decir –es que estoy tratando de hacerme responsable de mi parte sin necesidad de ponerme calificativos o patologizar mi error; estoy revelando la verdad con la esperanza de traer entendimiento y evitarnos el juicio de lo que muerto debe estar. Estoy ofrendando este cadáver a nuestra relación, con la esperanza de que ambas pongamos un rezo después de que yo lo entierre.
Porque creo en un mundo en el que cuando cada miembro de una relación ofrenda lo más crudo de su corazón y sus heridas; no necesita una dosis extra de vergüenza, cuando uno expone sus heridas y las ofrenda a una conversación, éstas idealmente tendrían que ser recibidas con amor; cada cadáver tendría que ser sacado del agua con respeto y enterrado con unas florecitas y un canto, hasta la próxima vez que toque hacer limpieza en el estanque que compartimos.