Voy a hacerte una pregunta: ¿Te atreverías tener una vida más feliz que la que tus padres han tenido?
La respuesta parece fácil. La mayoría de nosotros afirma no querer cometer los mismos errores, afirma querer gozar de mayor prosperidad, amor o éxito. Pero, voy a planteártelo de esta manera: Imagina que tus padres están pasando por serias dificultades económicas o de salud, al mismo tiempo que tú deseas y puedes realizar un viaje que has soñado hacer. Si haces el viaje, no puedes ayudarlos, si los ayudas, no puedes viajar ¿Qué escogerías?
Muchos elegirían ser buenos por encima de cumplir sus sueños, otros privilegiarían sus anhelos, pero no sin sentir una buena carga de culpa.
¿Por qué sucede esto?
Digamos que todo comienza a partir del momento en que atravesamos el canal de parto y nos cortan el cordón umbilical, ahí inicia uno de los peores sufrimientos que experimentaremos una y otra vez como seres humanos: el dolor de separación. Ya no somos uno con nuestra madre, ahora sentimos, hambre, frío y otros malestares. Comenzamos a tener miedo, de que nuestras necesidades no sean satisfechas, de ser abandonados o desatendidos por aquellos de los que depende nuestra vida. Necesitamos pertenecer a algo mayor, que nos cuide, que nos ayude a sobrevivir.
Para pertenecer, entonces, hay que seguir ciertas reglas, las reglas del clan, comportarse como lo hacen ellos, y así, recibiremos aprobación y experimentaremos la recompensa de pertenecer. Sin embargo, al llegar la adolescencia y luego a la edad adulta, algunos de nosotros queremos tomar un rumbo distinto, pero ello implicaría romper con las reglas del clan.
Es así como surge el dilema: realizarme y seguir el rumbo que marcan mis anhelos, aunque eso me separe del grupo o pertenecer y renunciar a a realizarme.
La cosa se complica si percibo que el destino de mis ancestros, padres, abuelos o incluso generaciones anteriores no ha sido favorable, porque la mayoría de las personas siente culpa por tener más éxito que sus ancestros, o por tener una situación más fácil que la de ellos.
Bert Hellinger, creador de las Constelaciones Familiares, observó y explicó muy bien este fenómeno y descubrió que es la causa de gran parte de los problemas que experimentan algunas personas, por ejemplo, la pobreza, la enfermedad, la soledad. Esta revolucionaria técnica terapéutica nos permite saber que: GRAN PARTE DE LAS PERSONAS NO FLORECEN EN SU VIDA POR LEALTAD A QUIENES FUERON DESAFORTUNADOS EN SU FAMILIA.
Dicho de otro modo, ser más afortunado que los padres o los abuelos es prácticamente insoportable para el alma de cualquier ser humano, ya sea que esté consciente de ello o no.
Una persona, puede incluso causarse una gran pérdida o una enfermedad que ponga en peligro su vida, para no ser más afortunada que aquellos que sufrieron penurias en su clan. Así de grande es nuestra necesidad de pertenencia y nuestro amor por nuestros ancestros. Lo sepamos o no, muchos de nosotros hemos renunciado a cierta realización en lealtad a nuestro sistema familiar, sin embargo, es importantísimo saber, que ESTA RENUNCIA ES INÚTIL.
Bert Hellinger le llamó el «amor ciego», pues nuestro sacrificio no resuelve en realidad los problemas de nuestros ancestros. Dicho de otro modo, la pobreza, la enfermedad, la falta de éxito o la soledad de un hijo o nieto, no pone remedio a la pobreza, enfermedad, falta de éxito o soledad de sus ancestros, aunque así lo parezca a veces.
Así que cuando la frase popular dice que «el amor todo lo puede», no siempre acierta.
Lo correcto sería decir algo como: El Amor Divino, lo puede Todo; el amor humano, a veces.
Para develar y remediar estos enredos o implicaciones que todos tenemos con nuestro clan, las Constelaciones Familiares son una técnica sumamente reveladora y efectiva, si en algo te identificas con lo aquí descrito o simplemente no comprendes la causa de ciertas limitaciones que vives, te recomiendo experimentarlo. Mientras aquí te dejo…
La TAREA TERAPÉUTICA:
Identifica quién en tu familia ha tenido una vida o destino desafortunado.
Identifica cómo te sientes con respecto a ello.
Ahora… realizaremos un ritual terapéutico…
Visualiza a esos miembros del clan que han corrido con menor suerte que tú y, desde tu corazón diles lo siguiente: «Yo los veo y veo su sufrimiento, a veces deseo unirme a ustedes para acompañarles en su dolor. Los amo tanto, pero sé que unirme a su destino implicaría no realizar mi propio destino. Les pido que vean con buenos ojos, si yo realizo mi propio destino.
En adelante, siempre que disfrute de un logro o satisfacción, lo haré también en su nombre.»