¿Será que todo el tiempo estamos dando la realidad por hecho? Creemos que es un bloque sólido, una historia lineal, o dicho de otro modo, asumimos que contaremos con las bendiciones que están presentes en nuestra vida para siempre.
Eso, damos todo por hecho: lo bueno (y lo dejamos de apreciar), lo malo (y nos angustiamos); hasta que eventos como los recientes terremotos nos sacuden literalmente y nos recuerdan que todo puede cambiar en un segundo.
Hace unos días me compartieron un texto que me hizo total sentido, hacía alusión a Don Juan Matus, el legendario «brujo» y maestro Tolteca, cuyas enseñanzas narra Carlos Castaneda en sus libros. Don Juan decía que el mundo se sostiene a partir de nuestro diálogo interior… Nótalo, todo el tiempo estamos pensando la realidad más que experimentándola. Definimos, conceptualizamos, nos hacemos ideas fijas de cómo son las cosas, las circunstancias, las otras personas y nosotros mismos. Con ello, reducimos a la vida, vasta, infinita, misteriosa, a las estrechas ideas que decidimos concebir.
Pensamos en automático y repetitivamente, actuamos en automático y repetitivamente. Hasta que paramos el mundo, o nos lo paran.
Decía Don Juan que cuando alguien estaba teniendo una conducta inaceptable o excediendo los límites, había que «pararle el mundo», para romper la inercia.
La pérdida, la crisis, la enfermedad, los accidentes, los desastres, son esa manera en la que la vida nos pone un «Alto». No como un castigo, sino como un acto de amor que nos permita cambiar el «punto de encaje», la manera y el lugar desde el cuál percibimos la realidad.
Sin duda, para muchos de nosotros las cosas han cambiado en los días recientes, el piso se nos movió y quizás aún seguimos un poco mareados. Quizás hay algo de miedo, pero estamos alertas, presentes, abiertos, compasivos. Cuando el mundo se detiene nos volvemos como niños, quedamos vulnerables y expuestos, pero recuperamos el asombro y la inocencia. La capacidad de estar y de amar. La pregunta es cuánto tiempo permanecerán estas comprensiones con nosotros, cuán rápido volveremos a automatizarnos, a actuar con indiferencia, a dejar de apreciar el bien en nuestras vidas…
La pregunta es también, si podemos «parar el mundo» a voluntad y la respuesta es afirmativa. Cada quien puede encontrar una manera de hacer pausas en el camino, de traer suficiente silencio a la mente, como para aflojar la rigidez de nuestras ideas, la dureza de nuestros corazones.
Con el gran gusto que me da volver a compartir por este medio, la Tarea Terapéutica de esta semana es: Hacer una pausa para reflexionar en lo que cada uno ha aprendido en las sacudidas más fuertes que le ha traído la vida, redactar 3 acciones concretas por medio de las cuales puede cultivar y reflejar estas comprensiones en la vida cotidiana y… ¡Llevarlas a la acción!