Compasión significa tener la capacidad de notar y conectar con el sufrimiento de otros y actuar desde esa conciencia, deseando y haciendo lo posible para que, aquel que lo padece, sea liberado de su dolor.
Si estás en el camino del Espíritu, ya sabes cómo es… todo indica que nuestra evolución y la del planeta dependen de que podamos volvernos más compasivos; de que podamos abrir nuestros corazones a las necesidades del otro.
Es por ello que, desde las tradiciones místicas antiguas como el Budismo, hasta los más brillantes y actuales avances de la neurociencia, promueven esta aspiración y las prácticas que la fomentan como un camino hacia la sanación y el bienestar, no sólo individual, sino también colectivo. Sí, la compasión es absolutamente una de las cualidades importantes a desarrollar en nuestro camino individual y como especie, sin embargo, hay un lado de la cuestión que poco se toca: en el contexto de situaciones de abuso, la compasión puede convertirse en una gran trampa, puede tornarse ciega y específicamente, es a los seres mejor intencionados a quienes vuelve presa fácil de cualquier clase de abusos si la ejercitamos sin criterio.
Toda virtud en exceso se convierte en un defecto..
.. Decía una de mis maestras… Así que te comparto una lista de situaciones en las que la compasión excesiva se vuelve inadecuada. La compasión se vuelve ciega:
1. En una relación asimétrica: es decir, cuando tú ofreces compasión, pero la otra persona no tiene la misma disposición y/o capacidad de corresponder en el acto de considerar tu sufrimiento y tus necesidades. En tal caso, se genera un desbalance que terminará por dar lugar a una situación de abuso.
2. Cuando no tienes compasión por tí mism@: Una persona que desconoce sus necesidades y límites, o que conociéndolos pasa por encima de ellos, terminará por resentirse. Ofrecernos a nosotros mismos la compasión que deseamos compartir con otros es una responsabilidad personal y un requisito para la salud individual y de las relaciones.
3. Cuando la confundimos con indulgencia: Permitir que alguien que está a nuestro cuidado, por ejemplo, un hij@ o un alumno ejerzan conductas que les dañan, en nombre de la compasión, acaba siendo una tremenda falta de amor. ¿Permitirías a tus hij@s comer helado cuando están resfriados en nombre de la compasión? En este caso la respuesta parece obvia, sin embargo una y otra vez privilegiamos lo que se siente bien de manera inmediata por sobre aquello que realmente es benéfico.
En resumen, es importante conocer nuestras necesidades y límites y ofrecerles respeto. La compasión y los límites son un par que siempre debería ir de la mano.