Me gusta saber que el corazón es un músculo, no un órgano, que podemos ejercitarlo, fortalecerlo.
Y es que las relaciones no son necesariamente lo que proponen las telenovelas -un drama en el que participan buenos y malos-, ni tampoco lo que pintan las películas de Hollywood -un asunto que a pesar de las dificultades, llega a una resolución final.
No, la «relación» es -de hecho- un concepto que intenta paralizar a un organismo vivo, el «relacionarse». El Amor no es un producto consumado, es más bien una posibilidad que a cada instante elegimos ejercer o no.
El tema es que a veces ocupamos una postura intermedia con respecto al Amor, no hemos tomado la decisión… ¿Voy a amar o no voy a amar? ¿Voy a aceptar, servir, mirar, abrazar al otro tal y como es o aún no tengo los elementos suficientes para decidir si esta es una opción que quiero tomar?
La mayor parte de las personas, vive en esa duda, esperando la confirmación de que el otro es verdaderamente merecedor del Amor que uno intenta prodigarle. Sin saber que a la larga, es precisamente esta reserva en nuestra decisión de amar, lo que impide que el Amor exprese su potencial.
Por supuesto que ir con observación y cautela en cuestiones de con quién y cómo relacionarnos es sabio; pero llega un punto en el que uno tiene que decidir, si va a amar o no… Lo lógico sería pensar que el momento adecuado para hacerlo es cuando el otro ha demostrado ser digno y capaz de corresponder a nuestro Amor, pero la realidad es que ese momento de certeza total que esperamos no llega jamás, precisamente porque ambas partes están a la expectativa de lo que el otro hace.
La cuestión es que jamás, categórica y rotundamente jamás, la otra persona va a demostrar perfección, porque este rasgo no es parte de la condición humana. Considerando eso, hay que decidir si vamos a entregarnos igual o si vamos a seguir esperando que el otro cambie para ejercer el más grande poder y servicio que podemos entregar y con ello, despertar el potencial verdadero de la relación, porque es hasta que ofrecemos verdadero amor al otro, que podemos realmente conocer su capacidad de responder a él.
Lo digo de otro modo: mientras yo no esté entregando un Amor y un trato de máxima calidad, todo reclamo hacia el otro es inválido. ¿Qué me da derecho a exigir algo que no entrego?
No estoy diciendo que sea adecuado elegir amar a alguien que no nos corresponde y mucho menos que nos maltrata, lo que estoy diciendo es que la mayoría de nosotros vivimos a la orilla del Amor, sin sumergirnos en la profundidad porque nos da miedo correr los riesgos que implica entregarse, y con ello, se atrofia ese músculo que llamamos corazón y las relaciones no pasan de ser un asunto mercantil en el que cada uno busca cómo convencer al otro de que se comporte de la manera que uno prefiere. Pedimos mucho y damos poco, con el pretexto de que el otro tampoco lo hace.
Pero… qué tal si decidiéramos amar… amar de veras… dando sin poner requisitos previos.
Yo estoy segura de que muchas relaciones se transformarían y, si no sucediera, al menos la persona que está amando sin duda crecería.
Si después de un tiempo de dar, verdaderamente dar, el otro no responde favorablemente, uno puede en paz decidir a qué distancia permanecer de dicha persona. Uno puede retirarse o dejar de dar, siempre que así lo decida. De hecho, si darle Amor a alguien te hace sentir que pierdes algo de dignidad, de fuerza, de paz, no estás poniendo tu Amor en un terreno fértil, no estás creciendo ni tú ni el otro.
Lo cierto es que una característica del verdadero amor es que nos engrandece y dignifica, sin importar si va o viene de vuelta, el Amor es Amor y transforma a quien lo contacta.
Recuerda lo que ya he dicho antes: EL AMOR ES UN CAMINO DE IDA, EL AMOR SE PIDE DÁNDOLO…
La Tarea Terapéutica de esta semana es escoger 3 formas en las que podría demostrar y ejercer más claramente mi Amor en 3 de mis relaciones más significativas