Decía en el post anterior que el APEGO es el vínculo emocional que los bebés forman con sus padres o cuidadores y que, dependiendo de cómo fue nuestra historia en ese sentido, serán nuestras formas de relacionarnos como adultos.
Uno de los escenarios donde esto se refleja con más contundencia es, por supuesto, la relación de pareja. Gran parte de los conflictos que hay en las relaciones de pareja ocurren porque no comprendemos como funcionamos con respecto al apego.
La EFT (Emotionally Focused Therapy – Terapia Enfocada Emocionalmente), una de las aproximaciones que han resultado más exitosas en la terapia de parejas, reconoce y admite que estás emocionalmente apegado a tu pareja en la misma manera que lo está un niño hacia la nutrición de sus padres. Las relaciones adultas pueden estar menos centradas en la dependencia física, pero la naturaleza emocional es la misma. Comprender que esto es una realidad ineludible, en vez de vivir tratando de ignorarlo o trascenderlo, nos ayudará a encontrar caminos mucho más eficientes y satisfactorios en nuestras relaciones.
Con la pareja y, en realidad, en todas nuestras relaciones, la única solución es estar abiertos, sintonizados y responder amorosamente uno al otro.
Esto no aplica en una situación en la que hay una adicción, violencia física o «aventuras» prolongadas, pues en estas particulares excepciones ya se ha perdido la capacidad de comprometernos positivamente con alguien. Pero en el terreno más general de las relaciones de pareja, las que duran en circunstancias saludables, son aquellas en las que prevalece una sensación de contar con una conexión segura, dicho de otro modo, cuando es seguro depender en alguna medida del otro. Sí señores, los estudios sobre apego hablan de la posibilidad de establecer una «dependencia efectiva», que llevada en conciencia y amor, sin perder el propio empoderamiento, no cae en su aspectos de sombra: la fusión, la codependencia.
Sabré que no he construido un vínculo seguro y confiable cuando constantemente surge conflicto al respecto, que generalmente se manifiesta en una dinámica típica. Uno exige o demanda activamente y el otro huye, evita o actúa pasivamente. Debajo de este conflicto, detrás de las exigencias, están las preguntas: ¿Puedo contar contigo? ¿Me ves? ¿Te importo? ¿Responderás cuando te llame? ¿Me valoras y me aceptas? ¿Me necesitas y te apoyas en mí también?
Preguntas completamente humanas, pero que, al no encontrar una respuesta favorable encienden nuestro pánico primal. Cuando perdemos contacto con el ser amado se enciende nuestra amígdala, (la parte del cerebro que detecta el peligro) actuamos con exaltación y, lo que originalmente era una petición de cercanía, se expresa por la urgencia en maneras que implican una amenaza para ambas partes, creando un círculo vicioso de reclamo-evitación. Simplemente queremos conectar, pero las maneras de pedirlo vienen tan cargadas de frustración y enojo, que el miedo del otro también se enciende y la respuesta es huir, muy a pesar del amor y necesidad de contacto que ambos seguramente están sintiendo, la hambruna afectiva continúa… #tesuenaconocido?
Hacemos una de dos cosas: nos ponemos demandantes y necesitados (significa: necesito reforzamiento, que me corrobores tu afecto)o nos retiramos y desconectamos en un intento de protegernos (significa: no permitiré que me lastimes). Hacia cuál de estas opciones nos inclinamos depende de cuál fue la estrategia que nos funciono de niños para protegernos del dolor cuando no podíamos conectar con nuestros padres.
Generalmente, escogemos una pareja que nos ayuda a reproducir el mismo patrón que vivimos en la infancia. No para volver a lastimarnos con lo mismo, sino porque al contrario, queremos resolver, queremos llegar a un mejor lugar y esto es posible, pero ¿cómo? te explico en la parte 2 de este post…
TAREA TERAPÉUTICA:
1. Identifica, cuál es tu tendencia cuando surge un conflicto en la relación de pareja:
a) demandas, exijes, reclamas
b) huyes, evitas, te desconectas
2. Reflexiona: ¿Cuál sería una mejor manera de responder?
3. Practica: hacer algo diferente a tus hábitos que no son eficientes, tantas veces como sea necesario.