Aquí va mi confesión del mes: desde hace años en el limbo que a veces es mi mente, danza como un fantasma hambriento la idea de escribir un libro. ¿De qué? De todo, de nada, qué importa… simplemente, sé que soy buena para escribir, o al menos eso me creí tras toda la expectativa que, desde niña mi mamá tiene al respecto.
El mentado libro existe en mi cabeza, dios sabe desde cuándo, y ha pasado de ser una meta inspiradora a ser una carga más en la lista de las cosas que no he conseguido concretar. Quizás porque casi siempre estoy demasiado ocupada escuchando con amor y empatizando con otras personas que -entre otros dilemas- tampoco han conseguido cumplir con los objetivos que se imponen secretamente y que son, mitad parte de su aspiración real y, mitad una herencia de las expectativas ajenas.
Voy a ser un poco más específica, lo de escribir me encanta, más bien lo de comunicar, no importa si es un post de facebook, una nota en el buzón de quejas de una tienda o un mensaje de whatsapp. Ahora, lo de escribir un libro, es la forma concreta en la que mi ego justifica ese placer, para pensar que esta actividad algún día resultará “productiva”, para no sentir que estoy “perdiendo” mi tiempo, para no admitir que estoy dispuesta a hacer cosas que quizás nunca me traerán algún beneficio económico, simplemente, porque es a través de ellas que mi vida parece tener significado, simplemente porque necesito y me gusta expresar mi verdad.
Mi verdad no es LA verdad. Mi verdad es simplemente eso, mía, pero cuando la comparto y recibo algún eco, cuando alguien responde o resuena con ella, para mi es más evidente que existo y que al final, es verdadero que somos uno, que ser humano es un ejercicio desafiante y misterioso, pero a la vez, emocionante y delicioso.
Escribo por gusto, pero también porque es lo que me queda en un mundo que de manera inevitable y frecuente se siente artificial por muchos lados. Escribo a falta de fogatas en las que uno danza o cuenta los sueños, escribo a falta de miradas y abrazos largos, a falta de carcajadas y cantos que salen del vientre, escribo porque me conecta con la vida y con mi ser más profundo. Supongo que en ese sentido, estoy haciendo arte.
En el viejo sueño que rige al mundo, uno se olvida de jugar a ser artista y prioriza lo que le da dinero, en el nuevo sueño, ese que estamos construyendo unos cuantos atrevidos, uno hace mucho de lo que le place y también, de lo que sirve a los otros, de lo que contribuye a su plenitud, de lo que apoya a la vida y, como resultado, la vida sostiene amablemente al que da.
Porque cada vez estoy más clara en el deseo de vivir de una forma generosa y verdadera, tomé la decisión de hacer del escribir una prioridad en mi vida, de no ponerme como meta un libro que sea “exitoso”, lo tengo claro: no voy a castigar mi voz con la carga de ser un medio más que me traiga sustento económico, no voy a escribir para gustar, para tener éxito, para ganarme nada.
Voy a escribir porque me da la gana, porque mi alma quiere, porque tengo una esperanza de encontrarme profundamente con otras almas, porque…como dice uno de mis poemas favoritos:
“las ballenas no cantan porque tengan una respuesta, las ballenas cantan porque tienen una canción.”
Así que sí, es probable, tal vez un día escriba un libro, o varios, tal vez no, pero por lo pronto, me he propuesto algo. Durante 33 días escribiré algo en mi blog, este blog, que es tuyo también si lo visitas.
Al hacer esto, no sólo me estoy dando permiso de encarnar una vida creativa, te estoy lanzando una invitación a que tú hagas lo mismo. Vive tu arte, cualquiera que sea, dale tiempo, dale presencia sin apesadumbrarlo con la expectativa de que te brinde un resultado. Regálate al mundo a tu forma, nada más porque te gusta, incluso, porque lo necesitas.
Estamos creando un nuevo sueño, con cada pequeña decisión.
Nos vemos por aquí…
Día 1
Gracias por tu atención.