El camino espiritual es arduo, no termina y no ofrece garantías.
Lamento empezar esta vez con malas noticias, pero estoy asumiendo que eres un #caminanteespiritual honesto y, que prefieres estar informado para no perder el tiempo en confusiones.
Sigue siendo cierto que la práctica espiritual ofrece el máximo nivel de realización al que un ser humano puede aspirar, sin embargo, lo que hay que tener claro, es que esta profundidad y plenitud que intuimos o anhelamos, no es muy compatible con la idea generalizada de la espiritualidad que tenemos en nuestros tiempos.
Piensa en un monje tibetano que llegó al monasterio a los tres años dejando atrás a su familia, piensa en el caminante de la ruta de Santiago con los pies ampollados, piensa en el buscador de visión o en el yogui ayunando por días. ¿Se parece eso a tus expectativas de la espiritualidad?
No me mal entiendas, no estoy diciendo que el sufrimiento sea una fórmula única de crecimiento, de hecho, la práctica espiritual es fuente de gozo ilimitado; más bien, quiero decir que, en la medida adecuada para cada persona, la práctica requiere esfuerzo, compromiso, cierta renuncia y también, quiero decir que, al parecer, nuestra visión al respecto sufrió el impacto de los hábitos y expectativas de nuestra sociedad de consumo, de la mentalidad de que todo puede comprarse y además, debe ser rápido, fácil, placentero y garantizado.
Eso de ver la espiritualidad como un vehículo para satisfacer nuestros gustos, es más bien un fenómeno actual. Queremos iluminación express, felicidad garantizada y una práctica light. Queremos recetas y atajos.
Entonces los autores de libros, los instructores de cursos -especialmente si no cuentan con la solidez de un largo camino de práctica comprometida- empiezan a preocuparse más por cómo vender sus productos que por el poder transformador de su enseñanza. El conocimiento de tradiciones ancestrales se adapta y reduce a un punto en el que pierde su profundidad. El resultado: buscadores insatisfechos, confundidos, que van de un lado a otro sin encontrar lo que su alma anhela; porque hay un supermercado espiritual lleno de falsas propuestas, anaqueles de productos espirituales light.
El problema no sólo es la avidez de quienes compartimos el conocimiento por tener éxito, sino también nuestras expectativas como clientes. Queremos iluminarnos en un retiro, cambiar décadas de hábitos repetitivos en un sólo taller o en una sesión de terapia, queremos recuperarnos de años de negligencia hacia nuestro cuerpo con una clase de yoga a la semana. No va a suceder. La prisa y la falta de perseverancia SON TRAMPAS que nos pueden dejar años atorados años, yendo de un lado al otro, pero sin avanzar realmente en un camino espiritual.
¿Entonces sirve o no sirve hacer el retiro, tomar el taller, ir a terapia? La respuesta es: depende. Si ese esfuerzo se suma a otros, si se sostiene, SI SE CULTIVA, es muy probable que sí.
De hecho es justo cuando sostienes tu práctica, no porque vas a obtener algo, sino porque es lo que nutre tu alma, porque no concibes siquiera la posibilidad de dejar de alimentar esa parte de tu vida, a pesar de la incomodidad, a pesar de las renuncias o esfuerzos que implica, a pesar de la falta de garantías, es entonces, cuando verdaderamente te has convertido en un #practicanteespiritual.
Deseo profundamente que tu alma encuentre esa fuente de realización verdadera.
Como siempre,
Gracias por tu atención.
La Tarea Terapéutica de esta semana es:
Haz una lista de los objetivos y expectativas que tienes de tu práctica espiritual y/o tu proceso terapéutico.
Reflexiona y responde a las siguientes preguntas: ¿Son realistas? ¿Satisfacen a tu alma o a tu ego? ¿te llevan a ser más abiert@ y confiad@ o más controlador/a? ¿A qué estás dispuesto a comprometerte en el ámbito espiritual? ¿para qué?