¿Por qué cuesta tanto Salir de una Relación Tóxica

¿Alguna vez has estado en alguna relación en la que percibes que el nivel de sufrimiento excede al placer y la conexión y, sin embargo, has tenido dificultades para soltarla, prácticamente, como si fuera adictiva?


Me gusta cómo lo define Gabor Maté: «una adicción es siempre un intento por calmar el dolor», puede ser a través de una sustancia, pero también a través del contacto con otra persona. Una adicción es algo que nos despierta una sensación de antojo, que temporalmente nos alivia del dolor, pero que, eventualmente, produce más del mismo y nos trae consecuencias indeseables.


Las relaciones tóxicas obedecen a esta misma dinámica y en general, el malestar que producen, excede progresivamente al placer o beneficios que puedan brindarnos. Dicho de otro modo, tanto antes, como después del contacto con la persona con la que hemos establecido el vínculo tóxico, hay malestar y sufrimiento. Y no me refiero a los desacuerdos o malestares, hasta cierto punto llevaderos de cualquier interacción entre seres humanos. En una relación tóxica suele haber violencia física y/o emocional y, aunque solemos disminuir la importancia de los daños que no son físicos, el impacto de de la violencia emocional es igualmente traumático y significativo.

El rechazo y el dolor emocional se experimentan exactamente en la misma parte del cerebro en la que se experimenta el dolor físico, es decir, que recibir rechazo o abuso psicológico, es una experiencia en sumo parecida a recibir un golpe o una puñalada.

El impacto de una relación tóxica suele ser desestimado en el discurso público, cuando de violencia doméstica o abuso emocional se trata, es común escuchar que la gente dice, algo así como: si yo estuviera en una relación abusiva me hubiera marchado de inmediato. Este juicio proviene de la ignorancia de lo que sucede a una persona que ha recibido el impacto de la violencia. Este tipo de argumentos «se suman a la carga de vergüenza tóxica que experimenta una persona que sufre -ya de por sí- de una vergüenza agonizante por las acciones que han tenido que llevar a cabo para sobrevivir y mantener la conexión con una persona que ha abusado de ellas», según explica el especialista en trauma, Bessel Van Der Kolk.

La norma social y la lógica indican que habría que dejar una relación así, pero, ¿por qué suele ser tan difícil hacerlo?

Según explican los expertos en trauma, en una persona que está inmersa en situaciones de abuso coexisten dos fenómenos, por un lado, hay una «hipervigilancia», un estado de estrés ante la amenaza, pero también, una parálisis que ha sido nombrada por Maeir y Seligman, como una «indefensión aprendida», una imposibilidad adquirida para salir de la situación.

Un trágico ejemplo, ha sido demostrado en experimentos con perros que han recibido descargas eléctricas sin que se les ofrezca la posibilidad de una escapatoria. Lo que sucede con ellos, es que al paso del tiempo se dan por vencidos y aún cuando después se les ofrezca una salida, ya no toman dicha oportunidad. Han colapsado en una desesperanza aprendida.

Los resultados son contundentes, un ambiente traumático hace que el ser se rinda, que aprenda a resignarse. Estos son los mismos cambios que suceden en el cerebro de una persona que ha vivido en un ambiente de abuso, lo que atora a las personas en esta situación, dejándoles atrapadas en una repetición del trauma.

Si revisamos a profundidad, la mayoría de las personas que tienden a involucrarse en relaciones tóxicas durante la vida adulta, han sido sujetas durante la infancia a situaciones de abuso en el entorno familiar y/o educativo. Durante esta etapa, el niño o la niña no tienen la opción de escapar a dicha circunstancia, lo que explica que al llegar a una situación similar en la vida adulta, hay una dificultad para buscar una salida, aun cuando entonces se cuente con más recursos para hacerlo.

Los estudios de Bessel Van Der Kolk explican que la permanencia en una relación tóxica no se debe a una falta de carácter, de voluntad o a un fallo moral, sino a los cambios que han sucedido en el cerebro. Por más absurdo que pueda parecer, el abuso condiciona a una persona a permanecer en la misma situación.

Subestimamos los efectos de la violencia verbal, las consecuencias a nivel neurológico del rechazo y otras formas de abuso emocional, aunque son prácticamente los mismos que aquellos de la violencia física. Se sabe también que los efectos de simplemente pensar en una ruptura, son similares a los de recibir un daño físico.

En resumen, es necesario saber que el trauma (impacto) producido por la violencia cambia drásticamente la forma en la que el cerebro está constituido, haciendo que una persona sea susceptible a repetir dichas circunstancias en momentos posteriores. No reaccionamos al trauma con la parte adulta o racional del cerebro, sino con las partes más viscerales.

¿Quiere esto decir que una persona está condenada a vivir repitiendo el mismo patrón? La respuesta es: ¡de ninguna manera! Simplemente quiere decir que dicha persona requiere hacer uso de recursos personales, pero también de apoyos externos, que bien pueden proporcionarse a través de un proceso terapéutico con un especialista que realmente conozca la dinámica profunda que yace bajo la toxicidad y que pueda darle validación y apoyo a la persona para empoderarse y sanar.

Desafortunadamente, los avances en el conocimiento de cómo opera realmente el trauma, son desconocidos incluso por mayoría de los terapeutas en la actualidad. Por ello, una persona que atraviesa una dificultad para salir de una relación tóxica será generalmente señalada como masoquista, débil o falta de voluntad, tanto por las personas cercanas, como incluso, por los terapeutas.

Este enfoque produce sin duda una retraumatización y va minando el auto-estima de la persona que, en realidad, necesita una mirada compasiva y conocedora de lo que está sucediendo en su cerebro e incluso, en su alma.

Es completamente posible salir de una relación tóxica, si brindamos a la persona el conocimiento y apoyo necesario. Técnicas como la terapia hablada, la meditación y la atención plena o «mindfulness», suelen ser sumamente efectivas cuando se aplican de manera adecuada.

Es además necesario cambiar nuestras percepciones acerca de la adicción, incluidas las adicciones emocionales, es necesario que a nivel colectivo nos atrevamos a reconocer que TODOS, prácticamente todos los seres humanos en la actualidad, atravesamos por patrones y relaciones adictivas en distintas formas, hacemos uso de los vínculos, las sustancias, el internet, las compras, la televisión, el trabajo, el azúcar, el sexo, el ejercicio (la lista continúa…), para anestesiar nuestro dolor.

La pregunta entonces -como dice Gabor Maté- no es: ¿por qué la adicción? sino.. ¿por qué el dolor y cómo aliviarlo?
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Paola Abán

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